Urgando entre viejos archivos (gracias a Google Desktop) de mi PC viejita que aun conservo, me encontré con algunos artículos que escribí a finales de la década de los noventa cuando cursaba licenciatura en Pedagogía en la Universidad Nacional en Heredia. Escogí dos que particularmente quiero compartir, ahora que se habla tanto de referendum en nuestro país. Ya para ese tiempo abogábamos en las publicaciones que el Periódico el Educador del SEC nos hacía por una democracia más participativa y por una educación centrada en aprender a pensar más que en reproducir paradigmas y esquemas emanados del poder político y económico. Espero que tengan la paciencia de leerlos completos.
HACIA UN REDIMENSIONAMIENTO DE NUESTRA PRÁCTICA PEDAGÓGICA
En el umbral de un nuevo siglo es pertinente detenerse a reflexionar acerca de lo que hemos hecho hasta ahora por la educación de nuestro país en esta centuria que termina y cual será nuestra misión como educadores en la que comienza.
La evolución acelerada de los medios de información masivos, más que cualquier otro factor, ha convertido nuestro inmenso planeta que hasta hace quinientos años era geográficamente incierto, en lo que han llamado algunos una "aldea global". Esta "globalización" del Orbe trae consigo una serie de tópicos que ineluctablemente deben ser considerados en cada una de las naciones envueltas en este proceso.
Estamos conscientes de que en la ineludible evolución social, este concepto de mundo planetarizado no deja de ser un fenómeno envolvente en el que todos estamos inmersos. Lo que no podemos aceptar es el fundamentalismo económico (por llamarlo de algún modo) que han adoptado los países ricos, al tratar de imponer un único modelo de desarrollo como el non plus ultra para cada una de las naciones "en desarrollo". En nuestro país, por ejemplo, desde principio de los años ochenta se inició con los "Programas de Ajuste Estructural", achicando el papel del Estado en el campo social en detrimento de las clases más desposeídas.
La educación por su parte no ha estado exenta de este fenómeno. No es casualidad que los programas de estudio de la última década hayan sido financiados por organismos internacionales como la AID y el Banco Mundial.
Es una verdad de Perogrullo afirmar que todo grupo en el poder desea mantener la hegemonía política e ideológica. Los países de América Latina han arrastrado desde la conquista una plutocracia histórica que ha hecho creer al pueblo, utilizando entre otros medios la educación, que sólo los ricos son capaces de dirigir los destinos de una nación. Es aquí donde desempeña el docente un papel protagónico, en la creación de un nuevo orden mundial.
América Latina está sedienta de educadores con harta sensibilidad social, capaces de retomar las ideas de Antonio Gramsci, intelectual italiano para quien el maestro no debía limitarse a trasladar la ideología de la clase dominante, sino que su función iba más allá. Para Gramsci primeramente el educador debe tener un conocimiento claro de la realidad de su país, debe poseer altos niveles de conciencia y de formación para que pueda interpretar las fuerzas en pugna por la hegemonía y para valorar el grado de correspondencia entre los discursos, las ideologías y las realidades propugnadas por el grupo en el poder en un momento determinado.
Creemos con Gramsci que la escuela debe ser "el instrumento de preparación de intelectuales de diversas categorías" (Gramsci, 1967) intelectuales, que con una claridad política y conscientes del juego hegemónico de las clases poderosas, generen una revolución ideológica, en aras de una sociedad más justa y con menos desigualdades.
Creemos en un pueblo capaz de encontrar desde su seno una organización social que pueda hacerse cargo de garantizar con justicia de los servicios básicos (educación integral, salud, energía, agua, igualdad de oportunidades, entre otros) a los que tienen derecho todo ser humano. Una organización que trascienda el concepto tradicional de Estado y promueva una democracia más participativa en la que tenga cabida el plebiscito y el referéndum, entre otros, como mecanismos de toma de decisiones en las políticas que atañen a toda la población.
Desgraciadamente, el modelo que nos quieren imponer los países ricos y que nuestros gobernantes acogen con gran beneplácito no contempla ninguno de estos mecanismos populares. La élite política en nuestro país ha convertido los gobiernos de las últimas décadas en un descarado juego de tenis en el que la pelota está alternadamente en cada jugador cuatro u ocho años dependiendo de la "simpatía" del gobernante. La estructura partidaria que ha administrado el país los últimos cincuenta años ha sido considerada por algunos como un monstruo bicéfalo, sin autonomía alguna, manejado por las exigencias de los organismos financieros internacionales.
Resulta chocante escuchar los discursos cantinflescos de los políticos en campaña electoral, que si no fuera por el color de las banderas no se sabría a que partido pertenecen. Este desdibujamiento ideológico que ha asumido la clase política no ha de extrañarnos; en sus mentes persiste la idea de que gobiernan a un pueblo ingenuo y seudo-educado, luego venden a la gente una imagen al mejor estilo del marketing moderno, al igual que se vende un jabón o una determinada marca de carro.
Creemos que como educadores debemos ser garantes de democracia y no hipócritas que discursan sobre igualdad de derechos, respeto a las opiniones disidentes, toma de decisiones consensuadas... y manejan en las aulas pequeños regímenes totalitarios en los que el docente es el único poseedor de la verdad y como tal, soberano absoluto de la autoridad. La vivencia democrática debe comenzar en las aulas, pero no debe quedarse ahí, no concebimos a una institución en la que una persona se arrogue el poder, emanando directrices sin la mínima consulta al personal, seres humanos todos, con mentes pletóricas de buenas ideas y entusiasmo para ponerlas en práctica, que se volatizan por la ineptitud de algunos seudo-administradores cuyo paso por las aulas, muchas veces, fue efímero y que ahora investidos de poder olvidan que uno de los fines de la educación nos llama precisamente a formar ciudadanos para vivir en democracia.
Debemos estar conscientes que como líderes, por antonomasia, nuestra función va más allá de simples transmisores de conocimientos. Debemos tener claro que nuestro papel no es el de depositantes de contenidos programáticos, nunca lo ha sido y mucho menos ahora que la información y el conocimiento se encuentran impresos y digitalizados y resultan relativamente accesibles a un porcentaje de la población que va en aumento vertiginosamente.
Nuestra función va más allá. El concepto de aprender a conocer que podría traducirse en aprender a aprender tiene obligada relación con los docentes como facilitadores de ese aprendizaje. El maestro como guía debe propiciar las experiencias necesarias en las que los estudiantes no sólo conozcan los medios de información y conocimiento sino que, sepan accesarlos, pero que lo hagan con amplio sentido de grupo. Esto es, que el estudiante no se convierta en un "consumidor" egoísta de ese conocimiento sino más bien en un multiplicador crítico de lo que aprende. Por esta razón, apoyamos la idea de la Comisión sobre Educación para el Siglo XXI, presidida por Jacques Delors, cuando afirma en su informe a la UNESCO que la filosofía debe formar parte del currículo escolar en tanto promueve la criticidad indispensable en el momento en que el joven se encuentra con esa "hemorragia" de fuentes de enriquecimiento intelectual.
Compartimos también, la idea de que la historia que se estudia en los centros de enseñanza sea además de la nacional, la de otras culturas con las que se convive históricamente, a fin de crear conciencia de que cada pueblo tiene su propia historia y que ninguno es mejor que el otro. De otra manera estaríamos emulando la actuación de los países ricos los que promueven leyes excluyentes en contra de los inmigrantes.
Hoy más que nunca, cuando se habla de neoliberalismo, neosocialismo..., el sueño de una sociedad más justa, menos excluyente, con igualdad de oportunidades para todos, lejos de parecernos una utopía, debe llevarnos a la reflexión. Y es que en este mundo paradójicamente cuanto más globalizado, tanto más individualizado, los que creemos en el ser humano como fin último de cualquier política económica o social, tenemos muy claro que el papel de sesgar este rumbo que lleva el Planeta no corresponde a los sociólogos, ni a los politólogos, ni mucho menos a los economistas, ese redespertar humanista, esa sacudida histórica a nuestros hijos que están todos los días, en las aulas sedientos también de justicia pero que muchas veces no pueden traducirla porque un sistema les ha envenenado el código; esa responsabilidad es nuestra; maestros y maestras. Somos nosotros quienes estamos llamados a quitar el velo a los hasta ahora llamados alumnos, (que etimológicamente significa sin luz) y seguirles llamando amigos, compañeros.
No podemos seguir tildando de "malcriados", "insoportables", y sepa Dios cuántos epítetos más, denigrantes todos, a los estudiantes que llegan a nuestras aulas muchas veces con el estómago vacío, porque en su casa la droga o la falta de empleo no permitió que el dinero alcanzara para comer.
¿Queremos cambiar esto? Creo que la respuesta es unánimemente positiva. Pero si preguntamos ¿Podemos cambiar esta realidad? Quizás no obtengamos la misma respuesta.
Sin embargo, algo si podemos ir haciendo por ahora. Démosles el amor y el cariño a esos niños y a esas niñas que no reciben ni lo mínimo para sobrevivir en sus casas, porque no podríamos hablar de hogares. Llenemos un poco esos vacíos, antes que la droga y la delincuencia lo hagan por nosotros. Hagámoslos críticos, conscientes de clase, seguros de que en sus manos está transformar la realidad en que viven y en la que vivimos todos.
Dejemos ya de atiborrar sus mentes con conocimientos abstractos, desvinculados muchas veces de la realidad en que viven. Aboquémonos a la tarea de formar estudiantes humanistas, si queremos que haya una verdadera transformación del orden social en que vivimos.
Heredia, mayo del 1999.
ESCUELA Y SOCIEDAD EN UN CONTEXTO DEMOCRÁTICO
En esta coyuntura histórica que vive nuestro país, en la que se vislumbra en la sociedad civil un replanteamiento de su papel en la construcción de un orden social más justo y equilibrado, o por lo menos más consensuado; cabe realizar una breve comparación entre la escuela y la sociedad.
Se suele decir que el papel de la escuela es de preparar a los individuos para vivir en sociedad, algo así como "ir entrenado a los aspirantes a ciudadanos, para que su arribo a la sociedad no sea tan traumático". No podemos en modo alguno estar de acuerdo con este planteamiento en tanto concibe a la escuela y a la sociedad como fenómenos excluyentes o cuando mucho estadios de un mismo proceso gradual irreversible. Consideramos contradictorio escindir a la escuela del resto de la sociedad, ergo esta, es considerada más bien, reflejo de aquella.
Si acogemos la premisa anterior de ver la sociedad como un reflejo de la escuela, o viceversa, aunque sea en forma global, bien cabría preguntarnos qué tipo de sociedad es la que queremos para nuestros hijos y conciudadanos y si lo que hacemos cotidianamente en nuestras aulas está en función directa con ese ideal.
El docente como agente y sujeto de cambio debe tener muy claro su papel en el aula. No concebimos a un educador que no tenga bien claro su función, o que considere que fue nombrado en ese puesto para "enseñar" a sus estudiantes cosas que ellos "no saben".
Comencemos por replantearnos qué tipo de sociedad queremos: ¿Un modelo vertical, en el que una élite seudo-elegida toma decisiones, que van a causar repercusiones en toda la población? o un sistema más horizontal en el que las voces de las mayorías se escuchen, las decisiones sean tomadas mediante mecanismos populares (léase referéndum, plebiscito, otros), y en donde los organismos multisectoriales formados por la sociedad se conviertan en foros permanentes de discusión en cuanto al modelo democrático y de desarrollo que queremos para nuestra nación.
Si la respuesta es la última alternativa, preguntémonos ahora: ¿Quién toma las decisiones en el aula? ¿Promovemos grupos de discusión, en cuanto a la metodología que utilizamos, estimulamos la autonomía, la participación en la toma de decisiones, el diálogo?
Al retomar la premisa que nos trae a este planteamiento resulta lógico pensar que un docente que no promueva estos mecanismos democráticos en el aula, no puede aspirar a "formar ciudadanos para una democracia" (Ley Fundamental de Educación, art. 2, inciso c).
Creemos en una democracia en el sentido etimológicamente estricto del término. Esto es, del griego dêmos, pueblo y kratos, autoridad; es decir autoridad o gobierno del pueblo. Si bien para lograr esto debemos reformar muchas partes de nuestro ordenamiento jurídico, mecanismos y reglamentos obsoletos de elección, deuda política, otros; desde las aulas los docentes tenemos el deber de crear conciencia en los estudiantes de que algo anda mal y que no es posible que sólo una clase, la élite gobernante, perpetúe la hegemonía política e ideológica de una nación ad vitam aeternan.
No sólo eso. Debemos reproducir en nuestras aulas nuestro ideal democrático: el estudiante debe sentirse como miembro importante de un grupo en el que se respira diálogo, se discuten asuntos relevantes, se proponen soluciones. Un ambiente en que el docente es un miembro más del grupo, al que por su edad, experiencia y estudio le ha correspondido dirigir. Un líder que Max Weber llamaría con autoridad carismática. Es decir, las cualidades individuales y personales del docente serán las que inspiren respeto y disciplina y no la tradición o la situación legal o racional.
Este modelo dialéctico, afectivo, democrático y en cierta forma ambicioso que proponemos, que comienza con los círculos de conversación, cada primer lección del día, círculos en que los estudiantes traen sus propios temas para ser discutidos por todos. Este enfoque que se alimenta de un cuestionamiento permanente de la supuesta verdad y el statu quo y que se nutre del carisma del docente para quien cada uno de sus estudiantes es una historia individual que él irá conociendo mediante el diálogo informal y amistoso. Esta "metodología", por llamarle de algún modo, que con los estudiantes en estrecha relación osmótica con el docente le den sentido a la escuela; traerá consigo sin duda el surgimiento de personas críticas, y como diría el legislador en la Ley Fundamental de Educación (1957) "amantes de su patria, conscientes de sus deberes, de sus derechos y de sus libertades fundamentales..." (art. 2, inciso a). Todos los demás fines se alcanzarían por añadidura.
Si esto es así y el silogismo nos funciona, esperaríamos para las generaciones venideras una sociedad más justa y un modelo de desarrollo nacido de la particularidad de cada nación y no impuesto por organismo internacionales con el claro interés de perpetuar su hegemonía política e ideológica en el Orbe.
Sin embargo, como señalamos en otra ocasión este modelo de democracia no debe quedarse en las aulas, debe trascender y abarcar el ámbito institucional. Abogamos por la existencia en las escuelas primarias de lo que llamamos un Consejo de Docentes o Consejo Escolar, organismos en el cual se tomarían decisiones pertinentes a la administración, técnicas y por supuesto a lo referente al manejo de la autoridad con los alumnos, para evitar que esta radique exclusivamente en el poder de la jerarquía. La toma de decisiones en consenso, la posibilidad de discutir los problemas que aquejan a todo el personal con el propósito de encontrar soluciones comunes para todos y la posibilidad de que exista una realimentación real en un proceso de diálogo, abriría los canales de comunicación y mejoraría las relaciones interpersonales entre la dirección y el resto del personal, lo que traería sin duda mejor clima de trabajo y mayor rendimiento profesional.
Pero, en manos de quién está producir ese cambio en nuestras escuelas para evitar la sentencia de Ivor Morrish quien afirmaba que: "Como cualquier otra burocracia la escuela puede convertirse en una máquina deshumanizada e impersonal".
Estamos acostumbrados a recibir políticas de los más altos niveles de la burocracia estatal, que bajan inmutables muchas veces y tienden a disiparse al entrar en contacto con la realidad en que viven la mayoría de niños y jóvenes de nuestro país.
Creemos que ya es tiempo de organizar una verdadera reforma en nuestro sistema educativo. Que los curricula de las diferentes disciplinas no dependan más de ponencias fondomonetaristas y planetarizantes. Creemos en el surgimiento de un currículo endógeno, en que participen efectivamente todos los elementos, padres de familia, estudiantes, grupos organizados, muchos otros.
No podemos permitir que se siga "sacrificando la justicia en los altares del orden" como diría Eduardo Galeano. No concebimos que mientras que existen escuelas públicas conectadas a Internet, TV. por satélite y todo tipo de servicios, otras no tengan ni siquiera los derecho básicos de agua, luz eléctrica o servicios sanitarios dignos.
No cabe duda, que la verdadera democracia de nuestros pueblos debe empezar por la Educación, en todos sus niveles, comenzando desde el aula, la Institución y por supuesto el ámbito nacional.
Pero este proceso debe nacer desde adentro. Empezando por la base hasta llegar a la cabeza. Sólo de esta manera en la que el pueblo sea quien decida cómo quiere que sea su formación y cuál su modelo de desarrollo, es como podremos mantener nuestra identidad en un mundo que nos quieren presentar globalizado. De otra forma, corremos el riesgo de perdernos como un grano de arena más en la inmensa playa que es nuestro planeta.
Heredia, Costa Rica julio del 2000.
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5 comentarios:
No solo he leído tus dos artículos, sino que además lo he hecho con detenimiento. Comparto contigo, si no la totalidad, la mayor parte de su contenido. Si buceas un poco en mi blog, ya hice una entrada a la que titule: Selectividad. Prueba de acceso a la Universidad en España, en el que me quejo de nuestro sistema educativo, que para mi y para los propios educadores (Tengo familia que se dedica a la enseñanza) es un verdadero desastre.
Veo que me trato con una persona muy preparada y si no has cambiado desde que los escribiste, estamos en la misma onda.
No puedo más que agradecer a este amigo , que por lo demás creo que es el único que lee mi blog, un pseudo diario al que soy infiel y desamparo, que fue creado como una curiosidad pero después de leer tales comentarios, se3 da uno cuenta que puede ser una buena herramienta para conocer gente con inquietudes similares
papi te quiero que siga adelante
Yo empecé este diario por motivos diferentes a ti. Me evadía de malos pensamientos de esta depresión, que aunque no del todo, casi he superado. Un día le puse el contador de visitas y yo mismo me quede sorprendido. Si pinchas sobre el veras que tengo un promedio de setenta. La mayoría de la gente, no sabe como comunicarse contigo, por lo que puse unas instrucciones de cómo hacerlo. Gracias a el he hecho buenos amigos, en especial Enrique, nicaragüense él.
Tu que te dedicas a la enseñanza, te diré que es un poderoso medio de intercambio de culturas y un sitio donde expresar libremente tus opiniones, aunque yo aquí me paso y he estado muy cerca de que me pusieran una querella.
¿Recibiste mi correo?
Gracias hijo. Te amo much
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